Escrito por Sergio de Dios Gonzalez

La Culpa en el Duelo

La culpa en el duelo es difícil de gestionar por las emociones con las que se puede mezclar, el dolor y la imposibilidad de reescribir el pasado. Si es tu caso o conoces a alguien en esta situación, este artículo es para ti.

Todos afrontamos procesos de duelo. Más o menos intensos. Cada día del calendario ganamos y perdemos. A veces, la ecuación recoge circunstancias, objetos o personas que tienen un peso significativo en nuestra vida. Sin embargo, a estas despedidas, ya de por sí complicadas por el dolor que causa el reconocimiento de lo que no volverá, hay que sumarles la culpa o el resentimiento. Así, en este artículo nos centraremos en la primera: cómo afecta la culpa en el duelo, esta emoción potencialmente destructiva que se mezcla en algunos casos con el dolor de la pérdida. Cuando esto sucede, la despedida no se puede producir, el relato del pasado se puede llenar de tachones y el futuro llenarse de amargura. Por eso, la culpa en el duelo puede jugar un papel tan importante.

La culpa en el duelo: el daño que no reparamos

Al hablar de la culpa en el proceso de duelo, nos encontramos con dos vertientes. Una es la pre y otra la pos pérdida.

En la pre suelen conjugarse elementos reales. Un ejemplo sería el pesar por no haber cuidado más a la persona que ya no está, por no haberle prestado más atención, no haber accedido a sus deseos o incluso por haber tomado ciertas decisiones por ella cuando no estaba habilitada para hacerlo.

La oportunidad de volver al pasado y cambiarlo no existe. Aquí aparece la tentación de recrear uno distinto una y otra vez en nuestra mente. Como si corrigiéndolo de manera repetida, pudiéramos reescribirlo alguna vez de verdad. Esta costumbre mental tiene un precio en dolor, aunque solo sea la frustración que genera no poder trascender los límites de nuestra propia naturaleza.

Las despedidas importantes también suelen provocar terremotos importantes. Episodios del pasado que creíamos haber dejado atrás pueden volver y asaltarnos. Lo que no dijimos, lo que sí dijimos y nunca hablamos. La atención se concentra en las vivencias compartidas, igual después de mucho tiempo de no hacerlo. De ahí que puedan aparecer estos fantasmas.

La culpa en el duelo: emociones que nos confunden

La segunda vertiente tiene que ver con los deseos no soportados. Hay enfermos crónicos que necesitan de muchos cuidados. Consumen dinero, tiempo, energía, recursos… En muchos casos, llegan poco a poco a agotar al cuidador. Así, por mucho que sintamos la pérdida también puede conjugarse con una sensación de alivio que genere culpa.

Sentirnos así puede desconcertarnos. Incluso que nos replantemos si queríamos de verdad a la persona que se ha marchado. Por otro lado, es una sensaci￳ón difícil de compartir con las personas que no han estado día a día con nosotros y se acercan a darnos consuelo.

Tenemos miedo a lo que pensarán si nos abrimos en un diálogo que vaya en esta dirección. Necesitamos comprensión, normalización, pero tememos encontrarnos con todo lo contrario.

En estos casos, el hecho de haber compartido el peso del desgaste que produce día a día el cuidado con otra persona y hablar con ella de cómo nos sentimos puede ayudarnos. En caso de no ser así, la ayuda de un profesional puede ser muy oportuna. Después de hacer la correspondiente evaluación, nos facilitará herramientas para entender que lo que estamos sintiendo es perfectamente compatible con el dolor por la pérdida y con un profundo amor por la persona que se ha marchado.